Tus
agudas historias, tan llenas de humor como de dolor, hoy son
consideradas literatura y tu nombre está en el censo de los grandes.
Nadie te tildaría hoy, despectivamente, de sentimentalista
Empecé
a escribir estas líneas con la idea de contarte todo lo que ha cambiado
en la relación entre los hombres y nosotras, las mujeres, desde el
tiempo aparentemente lejano en que te marchaste. Me gustaría poder
decirte que en estos últimos ochenta años las mujeres cambiamos mucho,
que ya no nos sentimos inseguras cuando nos enamoramos ni solas cuando
nos casamos. Pero me parece que ya te han mentido bastante en la vida
como para seguir abusando de tu sentido del humor.
Las mujeres
todavía seguimos pendientes de que el teléfono suene, enamorándonos del
menos indicado, amando con desesperación y boicoteándonos cuando parece
que las cosas por fin van a funcionar. Seguimos apostando al amor con
la ilusión de que va a curarnos de todos los males, mintiéndonos
descaradamente a nosotras mismas , haciendo conjeturas acerca de lo que
el otro piensa en vez de preguntárselo, y huyendo de un portazo a
medianoche en un ataque de celos para tener que volver a pedir
disculpas, arrastrándonos, dos horas más tarde.
Seguimos
comportándonos como niñas cuando las cosas no salen como lo esperábamos,
emborrachándonos para animarnos a decir algo que no nos atrevemos o
para ahogarlo para siempre, o simplemente para soportarlo...
Por
supuesto que la cotización de las chicas simples, despreocupadas,
alegres y divertidas no ha dejado de subir. Una mujer con problemas
sigue siendo una cruz, y para un hombre cualquier mujer que llora es una
mujer con problemas.
De todas maneras, la gente se sigue
casando; con cualquiera, pero se sigue casando. Y aunque estamos en la
era de las comunicaciones, la mayoría de las parejas sigue comiendo en
silencio porque no tiene nada que decirse, para después transformarse,
delante de terceros, en seres locuaces y risueños. Porque hay cosas que
no cambian nunca, Dorothy, y seguimos siendo mucho más encantadores,
pacientes y seductores con cualquiera que con el que tenemos al lado. Lo
curioso es que todavía seamos tan ingenuos como para seguir
sorprendiéndonos cuando la que considerábamos una pareja perfecta, de
repente, se separa.
La gente sigue teniendo hijos, aunque no
necesariamente por métodos naturales, pero es algo un poco complejo de
explicarte en este momento, sobre todo con mis rudimentarios
conocimientos científicos. Tanta ciencia no impide que siga habiendo
madres, que aunque han mejorado mucho por el ejercicio de la profesión,
siguen contaminadas de los peores vicios del vínculo. Sigue habiendo
también madres divorciadas que someten a sus hijos a interrogatorios
policiales para saber de la nueva vida de sus ex, que los llenan de
reproches y culpas mientras les vomitan todo su resentimiento y les
hacen saber que son lo único y más querido que tienen.
Del aborto
se sigue hablando más bien poco y las mujeres continúan yendo solas a
hacérselo porque ésas siguen siendo cosas de mujeres.
El mundo sí
que ha cambiado bastante, aunque sigue habiendo judíos que se cambian
el nombre y negros que no se juntan con gente de color; ricos que
prefieren no mirar a los pobres porque les hace daño al alma; damas de
caridad que siguen regalando lo que no les sirve a ellas ni a los pobres
y mujeres a las que se les viene el mundo abajo si se les parte una
uña. Pero por suerte, Dorothy, todavía seguimos emocionándonos cuando
pasamos por un lugar donde alguna vez fuimos felices; y sigue habiendo
amigas que juegan a ver en qué se gastarían un millón de dolares; y
flores increíbles, de ésas que te gustan tanto, prímulas, lirios del
valle, capullos de rosa, reseda y acianos de color azul.
Para
darte alguna buena noticia, me gustaría contarte que lo que sí ha
cambiado en estos años es la mirada sobre tu obra. La justicia es lenta,
y los editores ni te digo. Pero hoy eres considerada una escritora,
como tú querías ser llamada; no una humorista, como tanto te molestaba
que te llamaran (lo que de todas maneras ahora está muy bien visto,
puedes creerme, yo sé por qué te lo digo).
Tus agudas historias,
tan llenas de humor como de dolor, hoy son consideradas literatura y tu
nombre está en el censo de los grandes. Nadie te tildaría hoy,
despectivamente, de sentimentalista. Y eso es , tal vez, otra buena
noticia: lo sentimental ha pasado a ser digno de consideración y no de
burla, porque a esta altura de la carrera ya estamos todos demasiado
heridos como para hacernos los desentendidos.
Sí, eres una
escritora respetada, comprendida y cada vez más leída, Dorothy Parker.
Todo aquello que, de haberte pasado en su momento, probablemente te
hubiera ahorrado varios litros de lágrimas y, sobre todo, de escocés sin
hielo. El reconocimiento a veces tiene la misma mala costumbre que el
amor: llega tarde, cuando uno menos lo esperaba o cuando ya no le
importa. Pero es mentira, porque siempre importa y nunca es tarde,
porque uno jamás deja de esperar que alguien lo descubra y lo ame. Yo te
acabo de descubrir. Y me alegra haber tardado tanto porque si te
hubiera leído mucho antes tal vez nunca habría dibujado mis historietas
de mujeres. Porque tú ya las habías escrito.
[Esta carta es el prólogo escrito por Maitena para la edición de la Narrativa completa de Dorothy Parker que editará Lumen la próxima semana]